Regreso a Belzagor es una novela diferente. Una novela
inquietante, pero optimista, adictiva, nostálgica y rompedora.
Silverberg escribió la novela en sus años gloriosos,
su famosa época dorara (finales de los 60 y principios de
los 70) y eso queda evidente en Regreso a Belzagor,
quizás por que el mismo autor -parece ser- era un hippie convencido en esa época.
La novela nos describe el viaje que realiza Gundersen -el protagonista-
por un planeta abandonado por los colonizadores terrestres o mejor
dicho, retornado a sus habitantes aborígenes: Los nildores,
una especie inteligente parecida a los elefantes terrestres que
durante años sufrieron la esclavitud de mano de los humanos
al ser considerados simples animales -aunque poseían lengua
propia y un nivel cultural indiscutible-.
Este viaje es la clave del libro, un viaje donde el protagonista
busca la redención por sus pecados pasados en contra los
nildores, donde busca una respuesta a una pregunta que no conoce
y donde en definitiva se ve obligado a ir para purificarse.
La increíble prosa de Silverbeg nos engancha desde el principio
y nos propone muchos temas a debatir: La existencia del alma en
los seres (tengan la forma o cultura que tengan), la búsqueda
de uno mismo
todo esto aliñado con pequeñas
dosis de ecologismo, nostalgia, misterio y de la teoría de
Gaia. Y donde se irán sucediendo hechos que irán cambiando
o mejor, predisponiendo al protagonista para su misión real:
Encontrar el lugar donde los nildores celebran la ceremonia del
"Renacimiento" y descubrir en qué consiste realmente.
La obra me recuerda en cierta manera la magnífica Las
Estrellas mi destino de Alfred Bester, por su llamada a
la liberación de la mente y los perjuicios que se nos han
inculcado. Al igual que en esta, los capítulos finales son
los que más os hacen reflexionar sobre el sentido de la novela
y sobre el mensaje y las ideas que pretende transmitirnos el autor.
Unas ideas propias también de la época: En plena descolonización
del continente africano, en plena efervescencia hippie, en
plena revolución de las ideas.
El texto no ha quedado obsoleto ni mucho menos aunque se notan
un poco demasiado las moralejas en plan "Haz el amor y no la
guerra" o "Todo puede perdonarse"
quizás
también con un final demasiado optimista.
Realmente una obra imprescindible de este prolífico autor.
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